Desearía construir una realidad, en donde las personas se juntasen unas con otras. Un lugar donde todas las etiquetas y todos los prejuicios no fueran aplicables y se quedaran fuera. Donde no hubiese normas como las del: ¿qué debemos hacer? o ¿cómo podemos comportarnos? y ni tan siquiera saber lo que queremos ser en la vida.
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Para así, conseguir que todos fuésemos personas corrientes, sin excepción.
Existiría un suministro inagotable de drogas, alcohol, sexo... no existiría la elección como tal. Y tener solo el presente, una gran fiesta sin fin, y todo fuese una locura, que un día estuviésemos arriba y otro abajo... para poder vivir la vida al 2.000 %.
Y aquí concluye el sueño al que llamo “despiertas a la realidad.”